Cómo las apps están cambiando la forma en que comemos
Cuando hablamos de Apps (aplicaciones informáticas) para el sector nutricional (software de sistemas, control de citas, guías de apoyo, monitoreo, historial clínico y nutricional, salud física, etc.) sin duda se cuenta con una gran ayuda y un gran avance en ciertos países con esta ventaja informatizada.
Apps que de manera rápida puede reducir tiempos en tratamientos y consultas, lo que repercute en una mayor eficiencia, reducción de consultas innecesarias, colaboraciones interdisciplinarias implicadas en el paciente, un acceso a la información completa y control de la evolución de manera remota.
Saber que se puede ofrecer una atención en tiempo real frente a situaciones específicas de emergencias o consultas que no precisen una atención presencial o personalizada, o una larga espera burocrática sobre un informe clínico, permite además al usuario tener respuesta inmediata, llevar un autocontrol sobre su estado de salud o acceder a servicios desde cualquier lugar sin contacto directo con el sanitario, siendo una gran ayuda tanto para la población como para el profesional sanitario quien puede optimizar sus recursos y tiempo en visitas innecesarias.
Pero, ¿Qué pasa con las aplicaciones de usuarios sobre nutrición? ¿Realmente transforman la alimentación de las personas con objetivos saludables?
Las apps que revolucionan el mercado acerca el control del organismo o conocimientos de alimentos, estan cambiando la forma en que comemos, desde lo que pesamos, las calorías que ingerimos y las que quemamos, la elección de los alimentos y el etiquetado, pero ¿Son realmente útiles? ¿Nos ayudan a mejorar los hábitos?.
Hace algunos años, en este podcast (App y pulseras que te predicen el futuro) hable sobre mi experiencia trabajando en una empresa de aplicaciones del sector salud. En el clasifico lo que nos encontramos en el mercado y explico claramente que el uso de estas aplicaciones no debe representar la falta de intervención o control con un profesional sanitario porque podría acarrear condiciones contrarias como: la perdida de interés en el uso de algunas de ellas que podrían funcionar como complemento de algún tratamiento o por el contrario, la falsa percepción de salud por un uso obsesivo.
Se estima que solo en Latinoamérica el 73% de la población tiene móvil inteligente con aproximadamente 18 apps descargadas de las cuales el 59% son sobre salud y nutrición (1).
Existen alrededor más de 200 apps contadoras de calorías, más de 220 apps que generan planes dietéticos y otras tantas que generan recetas, ideas de consumo y nos informan sobre los valores e ingredientes de los alimentos.
Y, ¿Quiénes lo usan? Jóvenes principalmente. Quienes después de un tiempo pierden interés en su uso. Y, ¿por qué? Porque no son conscientes de las limitaciones que pueden tener estas aplicaciones a nivel de usuario y que se complementan con una buena asistencia personalizada profesional quienes entre muchas cosas te enseñan: sobre una educación nutricional para reducir factores de riesgos, te explican la importancia de la autorregulación y del rendimiento, te motivan, te indican la necesidad de una flexibilidad alimentaria y son de gran apoyo para objetivos a largo plazo.
Porque aunque en algunas situaciones las apps sean de gran ayuda lo cierto es que, los estudios no aseguran que generen cambios en el comportamiento de hábitos a largo plazo para una generación que vive en constante inmediatez.
¿Cuáles son los inconvenientes?
Hay que tener en cuenta que existen aplicaciones de usuario sobre alimentación o nutrición que no tienen soluciones a medidas y podría ocasionar a ciertos pacientes un riesgo para su salud por sus condiciones específicas, lo que resultaría una desventaja por aumentar en algún caso el desequilibrio nutricional o la desinformación que puede llevar a promocionar una vida saludable fomentado malas prácticas alimenticias.
Por lo que, es conveniente aclarar que el uso de estas apps de usuarios debe tener en todo momento un respaldo profesional para evitar riesgo o empeorar condiciones que impliquen complicaciones graves en la salud de quienes la usan.
¿Cuándo podríamos hablar de nutrición inteligente?
“Nuestra salud desde el móvil” empezara a mejorar cuando se trabaje sobre estas herramientas para ofrecer un mejor servicio e información basada en ciencia con un respaldo o asesoramiento profesional y con una actualización constante. Que permitan tener en cuentan todo el perfil personalizado del paciente en cada momento y que ofrezcan reportar cambios en el estado de salud físico, mental y de su rendimiento.
Que incluyan educación nutricional y recomendaciones flexibles promoviendo en todo momento hábitos a largo plazo con recomendaciones sencillas enfocadas en el bienestar y no solo en el peso. Que le permita al usuario reconocer tras su uso continuo, si sus actos lo estan destinando a una posible detección de conductas relacionas a trastornos o restricciones obsesivas y que tras la lectura de sus datos le indique cuando es necesario acudir a un profesional.
Además, sería necesario que estas aplicaciones estuvieran vigiladas por el profesional sanitario cualificados que atienda al paciente y que además le permita crear foros o grupos de apoyos donde existan la intervención de otros profesionales previamente seleccionados bajo consenso, para incentivar con retos o tareas a grupo con intereses parecidos.
Y, sobre todo, que proteja los datos y la integridad del usuario que lo consuma quien finalmente comparte información altamente privada que podrían ser utilizadas por motivos meramente comerciales, como ha sido el caso que mencione sobre Jhon Hackock en el mismo podcast, una aseguradora privada de EEUU quien en su momento motivo a sus afiliados al uso de pulseras de actividad que registrara las condiciones físicas y de salud. Haciendo dudar sobre la selección de clientes más rentables solo por los datos reflejados en las pulseras: "mientras más te cuides, más rentable eres".
Fuente:
Krebs P, Duncan D Health App Use Among US Mobile Phone Owners: A National Survey JMIR Mhealth Uhealth 2015;3(4):e101 DOI: 10.2196/mhealth.4924
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