Una visión evolutiva sobre las influencias y las decisiones de compra en el consumo de alimentos de nuestros hijos.
En la actualidad existen pocos niños que no vean la tele o no usen internet, y aquellos que tienen la mínima disponibilidad al alcance no tardan en beneficiarse de ello.
El acceso a la información, uso de la tecnología y el contacto virtual hace que cada vez más les guste estar conectados a pantallas audiovisuales. Pantallas que las empresas llenan de spots (no precisamente con un objetivo beneficioso sobre la salud de quienes los consumen), para seducir a una generación que domina los nuevos medios de comunicación y que, sin importar la clase social, cada vez tiene una mayor independencia personal, económica y una gran variedad alimentaria mal sana fácilmente disponible, en comparación a la de sus padres en el pasado.
Gracias a la inclusión de la mujer al mercado laboral, el aumento en la crianza monoparental y la escasa conciliación familiar en muchos países, las familias poco tiempo tienen para sentarse a disfrutar de una comida junto con sus hijos. Y esto se traduce en que la gran mayoría de niños, pasan tiempo en actividades extraescolares o al cuidado de otras personas. Niños independientes que se adaptan a su entorno social en muchos casos sin control parental.
Libres y con acceso a información y al consumo de ciertos alimentos realmente perjudiciales para su salud, generan una tendencia de querer pertenecer a un grupo, buscando aprobación y teniendo o consumiendo todo aquello que les proporciona placer hedónico y los hace estar a la moda para no sentirse aislados.
Futuros consumidores creados a sí mismos por la naturaleza de su aprendizaje, por patrones de comportamiento de sus adultos de alrededor, por hábitos, por falta de educación nutricional, por la publicidad, por disponibilidad e independencia económica y por la influencia social del entorno.
Evolución de la preferencia de consumo por reconocimiento de marca.
Desde que un niño es expuesto frente a un televisor, ya aprende de otras personas u objetos inanimados. Aprende sobre emociones, sensaciones o relaciones personales tras observar un anuncio donde se disfruta consumiendo algún alimento publicitado.
El aprendizaje visual de los niños en edades tempranas es crucial sobre lo que consume. Aquellos padres que dan a conocer envoltorios de alimentos con texturas crujientes y coloridas o con sus personajes favoritos, aumentan este reconocimiento de marca sobre sus preferencias alimentaria. Si además se premia o castiga con ello (situación que es bastante común), relaciona un estado de compensación o bienestar con dichos productos.
Un ejemplo de esto son los niños que salen corriendo o te miran fijamente cuando abres ese paquete con el sonido tan peculiar “del vacío” al abrir una bolsa (aunque sea de un paquete de espaguetis). La exaltación es causada solo por recordar que puedes tener algo “muy sabroso” para ofrecerles y que les genera una satisfacción y experiencia positiva.
Un bebe a temprana edad experimenta satisfacción a partir de productos que le son proporcionado por sus padres. Tras una rutina social y familiar, él bebe antes de empezar hablar está normalmente expuesto a comercios, supermercados, alimentos en grandes cantidades, olores, texturas, envoltorios y pasillos que solo son para su consumo.
Por ello es importante que en esta etapa de aprendizaje no se estimule al bebe con sabores ultrapalatables de alimentos mal sanos, porque cuando finalmente empieza a comunicarse con su entorno, lo primero que demandará son productos de alimentación que satisfagan sus necesidades fisiológicas primordiales (el hambre), y será más susceptible a volverse selectivo y pedir solo aquello que reconozca por olores, sabores intensos e imágenes a través de una pantalla.
Niños con independencia económica.
A partir de los 3 años (y en ocasiones antes), los niños son capaces de reconocer alimentos, asociarlos con bienestar y buscar de forma independiente aquello que quieren consumir. El problema se agrava porque no solo eligen, si no que multiplican las cantidades de productos deseados. Y aquí, dependerá solo de su figura adulta de referencia y de la autoridad sobre el niño que este proceso no empeore ya que, la existencia de flexibilidad y permisibilidad del cuidador hará que la independencia sobre la elección y la confianza del niño aumente rápidamente su capacidad de decidir.
Además, muchos niños a partir de esta edad ya empiezan a conocer perfectamente el hecho del cambio entre producto y compensación económica, por lo que rápidamente empiezan a desempeñar un papel de consumidores activos (búsqueda, selección, pago y consumo de productos) basado en sus preferencias hedónicas o audiovisuales conocidas.
No hay más que pasearse por los pasillos de grandes supermercados para comprobar el papel del niño como consumidor.
Además, a día de hoy los niños reciben cada vez más paga por parte de sus cuidadores, quienes enseñan desde temprana edad sobre gestión económica. Que ello sea una buena o mala práctica dependerá del concepto sobre el dinero que tenga cada familia y de cómo se gestione esa educación financiera.
Lo que está claro es que los niños mientras van aprendiendo sobre los conceptos más básicos del dinero, a lo largo de sus años y antes de llegar a la adolescencia, los gastos principalmente van destinados a los alimentos, y no saludable precisamente.
Varia investigaciones apuntan que los jóvenes destinan entre 15-30% del dinero recibido por parte de la familia a golosinas, alimentos y bebidas.
También se conoce que la compra de productos independientemente de los padres ocurre sin exclusión social. De hecho, hay evidencia de que los niños con menores ingresos están teniendo un mayor acceso a productos menos nutritivos, debido a que las industrias les es más fácil llegar a aquellos países donde la disponibilidad y competencia es menor, ofreciendo a esta población opciones cada vez más baratas (1).
Nuestro papel activo como responsables se esfuma en la alimentación social.
La alimentación social es parte de nuestra historia, nuestras culturas, y de allí la importancia de construir una educación nutricional en el hogar desde la infancia, porque cuando estos niños ya adolescentes se vuelven compradores activos e independientes en su totalidad, con ideas, marcas, preferencias, asociaciones de figuras públicas a ciertos alimentos, escasa o equivoca educación nutricional y dinero en sus bolsillos, estas relaciones sociales con la comida se hacen más complejas.
Edades en donde ya no vale el consumo aislado de algún producto mal sano, si no que se anteponen eventos y relaciones o agrupaciones sociales en cadenas de comida rápida que impliquen el acto de comer. Donde, además la existencia y disponibilidad de algunas sustancias toxicas como el tabaco y alcohol se unen y empeoran la situación de malos hábitos.
Así nos ayuda la industria
La industria de alimentos altamente palatales (bebidas, comidas y snacks) tiene claro que la juventud con disponibilidad económica y con preferencia de gasto sobre la alimentación es su mercado potencial. Y que la falta de tiempo de muchas familias, es vital para cambiar y aumentar el crecimiento de una cultura gastronómica abocada a opciones de comida rápida.
Por lo que, ofrecer campañas de marketing intentando redirigir comportamientos a través de publicidades, promociones, comunicaciones o envoltorios realmente llamativos y asociado a personajes del momento o a un evento social especifico, son estrategias diseñadas sabiendo que:
Por lo general y según la situación familiar en la que nos encontremos, el momento del desayuno en el hogar suele representar de manera más distendida la elección, planificación y preparación de alimentos. Lo que lleva años siendo una gran oportunidad de crecimiento para las industrias de alimentos superfluos destinados a la primera ingesta de la mañana, donde los niños y jóvenes pueden elegir libremente lo que consumen.
Muchos padres compensan de alguna forma consumista la “calidad del tiempo” con sus hijos, asociando tiempo en familia con un entorno más relajado vinculado a comidas poco saludables fuera del hogar. (¡¡Por qué quedarse en el hogar, si estamos todos libres!!)
Las necesidades laborales actuales, rapidez, estilo de vida y preferencias, han aumentado la predisposición de visitar restaurantes de comida rápida. Y ello no hace más que incentivar el desarrollo de este mercado. (Un estudio de Nielsen del 2016 nos muestra como en mayoría de los hogares ya existe una preferencia de realizar la cena y el almuerzo fuera del hogar además, del porcentaje de personas que frecuentan estos establecimientos):
Así que en defensa de la industria alimentaria sugerir que influyen desde el momento que el niño es expuesto a promociones audiovisuales de manera directa, indirecta o encubierta, es una manera simplista de avocar toda la responsabilidad hacia ellos (de esto hablo aquí), siendo casi imposible que los niños de dos años entiendan lo que los anuncios quieran decir. Porque todo dependerá del niño, de su edad, de su exposición a los alimentos, su grado de intelecto y del conocimiento o consumo habitual en el hogar de estos productos alimentarios.
No será lo mismo que un niño acostumbrado al sabor y reconocimiento de marca, sea estimulado constantemente con anuncios que seguramente lo hagan desear su consumo, a un niño que además de tener una buena relación con los alimentos, no conozca o poco consuma en su hogar esos alimentos promocionados. El deseo por ellos será totalmente diferente. Una pequeña investigación realizada en Brasil, recoge testimonios de niños entre 7-10 años de dos colegios (privado y público) ante el alcance de la publicidad alimentaria televisada en dependencia de su situación socioeconómica y familiar (2).
Lo que sabemos es que la población infantil cada vez más obesa, sedentaria y con autonomía sobre sus elecciones alimentarias e independientemente de su situación familiar y hábitos en el hogar, tienen una alta disponibilidad de alimento mal sanos a su alcance y esto constituyen un mercado futuro para la industria quienes estan enfocados en crear una dependencia y una influencia que desarrolle relaciones duradera a largo plazo hasta la edad adulta de estos niños.
Fuente:
McNeal JU. Children as consumers of commercial and social products. Washington (DC): OPS; 2000.
Vanessa Mello Rodrigues, Giovanna Medeiros Rataichesck Fiates. (Jun 2012) Hábitos alimentares e comportamento de consumo infantil: influência da renda familiar e do hábito de assistir à televisão. Rev. Nutr. 25 (3). doi: 10.1590/S1415-52732012000300005
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